Salmo 27: El Dios del cielo es nuestro Guardián


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Los interesantes escritos del salmo 27 originados del Rey más glorioso de Israel, el Rey David, son de los más famosos y cotizados. David como buen guerrero de Dios encaró diversas situaciones peligrosas antes de que fuera Rey.

Fue víctima de varias tentativas de asesinato, tuvo una vida en el destierro y fue perseguido por ejércitos enemigos, peleando duras y cruentas batallas en las que su vida estuvo en riesgo. Pero, a pesar de que su vida fue amenazada en múltiples ocasiones David confiaba íntegramente en el Señor. Él sabía que el Dios de Israel estaba a su lado y tenía su protección firme y constante. Por esta razón David fue inspirado a escribir el Salmo 27.

Salmo 27: El Dios del cielo es nuestro Guardián 1

El conocimiento de una relación íntima con Dios

A pesar de que David tuvo que encarar grandes peligros, por demás difíciles de sobrepasar para cualquier ser mortal, su fe inquebrantable en Dios nunca le hizo dudar. El tenía el conocimiento de que Dios era mucho más poderoso que cualquier problema que se le pudiera presentar. En los primeros versículos del salmo 27 se puede notar la inmensa confianza que David tenía en Dios tras muchos años de vivencias espirituales cerca de Él.

David tenía un testimonio personal del poder protector de Dios, porque Dios siempre lo llevaba en su regazo en momentos muy importantes. Había tenido la oportunidad de vivir grandes experiencias en las cuales había recibido Su ayuda y tenía una confianza absoluta y ciega hacia Él. No le cabía la menor duda que Dios lo ayudaría en medio de grandes vicisitudes.

Como seres humanos, podemos sentir que nuestros desafíos personales son difíciles de superar y que todo pareciera estar en nuestra contra. Sin embargo, podemos contar con la ayuda de un Padre Celestial amoroso que nos tiende la mano para que nunca sintamos temor. Absolutamente nada es imposible para Dios. Siempre que nos sintamos desanimados podemos leer el salmo 27 para obtener confianza y ánimo:

“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida: ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se abalanzaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para devorar mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (Salmos 27:1-3).

Dios es nuestro puerto de llegada inequívoca

En momentos de gran consternación David se resguardaba bajo el manto protector de nuestro Padre Celestial. El lugar santo, llamado El Templo, era la representación de su presencia, donde todos hallaban un puerto seguro para arribar. Era ese el lugar donde David podía conseguir sus victorias.

Estar en la presencia de Dios en sus santos templos, brinda paz y alivio en momentos de duras pruebas. No existe aliciente alguno que nos haga experimentar una paz verdadera y profunda. Si se nos dificulta encarar al mundo y sus desafíos, podemos recurrir a la ayuda de Dios y recuperar la paz y fuerzas que precisamos para superar nuestras pruebas. Así lo dice Salmos 27 en los siguientes versículos:

“Una cosa he pedido a Jehová; esta buscaré: que more yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para meditar en su templo. Porque Él me esconderá en su escondite en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su tabernáculo; me pondrá en lo alto sobre una roca. Entonces levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo. Sacrificios con voces de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová” (Salmos 27:4-6).

Nuestro Padre Celestial escucha nuestras oraciones

Todo parecía hasta aquí que David solo estaba viviendo épocas de triunfos y celebración. Nos damos cuenta entonces que también tenía épocas de pruebas, pero al mismo tiempo recordaba un arma poderosa en contra de las adversidades: La Oración. David oraba a Dios cuando su confianza se resquebrajaba o sentía las inseguridades y temores humanos.

Reconocía que no podía hacer absolutamente nada por sí mismo en un 100%. Necesitaba de la ayuda divina, sentir la presencia y amor de Dios, ver su rostro a través de sus pruebas, ya que nadie más podía hacerle sentir totalmente seguro. En algunas ocasiones todos nos hemos sentido con inseguridades que no podemos enfrentar solos. Cuando esto nos pasa se nos hace imperioso orar a Dios para solicitar su ayuda divina, postrarnos delante de Él en oración y súplica para recibir consuelo.

Dios siempre estará dispuesto a escuchar nuestro clamor y los que pongan su confianza en Él no los abandonará nunca tal como lo recita el siguiente bloque de escrituras de Salmos 27:

“Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; ten misericordia de  mí y respóndeme. Has dicho: Buscad mi rostro. Mi corazón ha dicho: tu rostro buscaré, oh Jehová. No escondas tu rostro de mí, no apartes con ira a tu siervo. Mi ayuda has sido; no me dejes ni me desamparares, oh Dios de mi salvación. Aunque mi padre y madre me abandonen, con todo, Jehová me recogerá. Enséñame, oh Jehová tu camino, y guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos. No me entregues a la voluntad de mis enemigos porque se han levantado contra mí testigos falsos y los que respiran crueldad” (Salmos 27:7-12).

Dios es nuestra mayor inspiración y convicción divina

Lo que sí es seguro es que David tenía una certeza invalorable: a él no le importaba cuantos problemas y desafíos humanos llegaran a su vida. Él sabía que la bondad y amor de Dios siempre le ayudarían a resolver las dificultades que le tocara enfrentar.

En medio de las más difíciles situaciones él tenía la convicción que Dios le bendeciría con valor y dádivas amorosas en su vida. Por esta razón el Salmo 27 termina con una clara exhortación a quien lo lea, a colocar plenamente su confianza en Dios y sus bendiciones. Culmina dando palabras de aliento y esperanza porque podemos poner nuestra confianza en Dios ya que Él nunca nos dejará de lado:

“Hubiera yo desmayado si no creyese que he de ver la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Espera en Jehová; Esfuérzate, y Él alentará tu corazón. Sí, espera en Jehová” (Salmos  27:12-13).

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