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Dios hizo al hombre a imagen y semejanza suya, pero además lo dotó de un cuerpo físico por medio del cual se deben cumplir algunas tareas que han sido asignadas mientras pasamos la vida terrenal. Los cuerpos físicos, a diferencia del espíritu, se deterioran con el tiempo y sufren desperfectos, debiendo enfrentarse a la presencia de enfermedades o malestares de salud de diversa índole.
Lo que humanamente primero se hace ante una enfermedad es recurrir a un especialista en salud en búsqueda de la recuperación de la misma. Pero es muy frecuente, y más en momentos de desesperación, dirigirse a Dios implorando su ayuda para conseguir la sanación física.
Referencias bíblicas sobre la sanidad
Siendo Dios todopoderoso, siempre nos acompaña y nos bendice para que seamos merecedores del mayor beneficio que se pueda experimentar como es la salvación de nuestras almas y el disfrute de una vida eterna a su lado. Es decir, que siempre recibimos salud emocional y espiritual, que en ocasiones se pide por medio de oraciones. Sin embargo, es costumbre orar y dirigirse a Dios para pedir que sane nuestras enfermedades y mejore nuestra salud física.
En relación a esta última, en la Biblia se encuentran varias referencias en torno a la intervención directa de Dios en el restablecimiento de la salud física. En el Antiguo Testamento destacan los casos de Naamán y de Ana. Naamán era un soldado del ejército sirio quien enfermó de lepra; una criada israelita le habló de la existencia del profeta Eliseo en Israel diciéndole que él podía curarlo; Naamán viajo y se entrevistó con Eliseo, éste le dio instrucciones para que pudiera ser sanado en nombre de Dios, las mismas fueron seguidas y fue sanado, reconociendo a la vez al Dios de Israel como el verdadero Dios (Reyes 5:1-15).
El caso de Ana (Samuel 1: 1-20) se refiere a una situación de esterilidad que ella padecía, con mucha fe pidió a Dios que le concediera un hijo y a cambio, ella lo entregaría a su servicio. Dios le concedió la gracia de concebir un hijo a quien llamó Samuel y llegó a ser un reconocido profeta en Israel.
Se conoce también que Pedro y Juan iban al templo a orar y estaba un mendigo cojo pidiendo limosna; Pedro le informó que no tenía dinero pero que le daría lo único que poseía. Tomándolo de la mano, le ordenó en nombre de Jesucristo que se levantara y caminara, así lo hizo quedando curado (Hechos 3:1-10).
En los Evangelios también se narran diversos casos de sanidad física realizadas directamente por Jesús, entre ellas casos de curación de lepra, ceguera, parálisis, invalidez, sordomudez (Mateo 8:1-4; Mateo 8:5-13; Juan 9:1-7; Juan 5:1-9; Marcos 7:31-37).
¿Es beneficioso orar por los enfermos?
Es aconsejable orar por los enfermos, pidiéndole a Dios su sanación si esa es su voluntad, a sabiendas que Él desea lo mejor para la humanidad y nos induce a presentarle nuestras necesidades (Mateo 7: 11).
Se debe orar con humildad, con fe y confiando que la voluntad de Dios es lo mejor que puede sucedernos, teniendo presente que no es nuestra voluntad lo que se va a cumplir sino la voluntad de Dios. Por eso en ocasiones no se nos da la que pedimos y se piensa que Dios no escucha, pero simplemente se está cumpliendo la voluntad del Señor.
Al orar no siempre se obtiene la sanación física
Es realmente cierto que no siempre Dios concede la sanación física que se le pide, de ser siempre concedida no existiría la muerte y en consecuencia no tendría razón de ser la resurrección ni el goce de la vida eterna.
La sabiduría de Dios es tan inmensa que se debe confiar plenamente en ella, sabiendo que todo se hace según la voluntad divina. Se debe estar consiente que nuestros pensamientos y nuestros anhelos son diferentes a los de Dios y que Él tiene como objetivo el crecimiento espiritual de las personas (Isaías 55:8).
Al no conseguir la sanación física en un momento determinado no se debe caer en la desesperación y buscar culpabilidades, se debe proceder con sabiduría acatando la voluntad divina porque hay situaciones que como humanos no llegamos a entender (Corintios 13:12).
Factores importantes al orar por un enfermo
Se debe orar con palabras sencillas, manifestando lo que se siente y lo que se desea obtener, haciéndolo de la manera más simple posible, porque lo que se necesita es sinceridad.
No olvidar que quien está pidiendo a Dios es un intermediario entre la persona enferma y Dios, así que no deben involucrarse otros pensamientos o intereses distintos a la petición central.
Se debe orar con la certeza del poder de Dios, confiando en su poder y en su capacidad para sanar.
Y finalmente, se debe tener la seguridad de poder declarar el poder que Dios tiene sobre las enfermedades, al igual que lo tiene sobre todas las cosas.
El ejercicio de la sanación por parte de Jesús
La sanación física ejercida por Jesús durante su permanencia entre los hombres no siguió un método específico, ya que en oportunidades el mismo enfermo se presentaba ante él, otras veces la solicitud se hacía por medio de familiares o amigos y muchas veces daba la sanación sin que se lo pidieran. En todos los casos, Él sabía cuál era el momento indicado para conferir dicha sanación, en razón a que la misma debía servir de enseñanza de la palabra de Dios y de reconocimiento y acercamiento al Señor Supremo.
Jesús pudo sanar a mucha gente porque mantenía constante comunicación con Dios Padre (Juan 5:17-18; Juan 8:26), porque aunque Él también es Dios, se sometía a la voluntad del Padre.
¿Actualmente debemos orar a Dios por la sanidad física?
Siempre se debe orar por la sanidad física porque el poder de Dios no ha cambiado, es el mismo desde la Creación hasta nuestros días y lo seguirá siendo por toda la eternidad (Malaquías 3:6; Hebreos 13:8) y podemos y debemos seguir confiando en su poder de sanación.
En algunas oportunidades Dios permite someternos a sufrimientos para lograr la purificación, que es lo que se denomina sufrimiento redentor; pero aun así Él nos pide en esos casos no caer en el desánimo ni en la desesperación; por el contrario, debemos purificarnos de nuestros pecados y rogar a Dios para obtener la sanación.
En la actualidad se conoce de personas a quien Dios les ha concedido en don de sanación y por medio de ellas sigue otorgando sanaciones espirituales, emocionales y físicas. Son muy pocas las personas escogidas para gozar de ese don y se debe tener especial cuidado reconocer la presencia de ese beneficio y bendición.